EL ALCANCE DEL MENSAJE DE JESÚS.



Dos mil años aproximadamente han pasado desde que Jesucristo nació en la tierra y aun su huella es evidente.
La llegada de Jesús era esperada por el Universo entero, que gemía, lloraba, anhelando su liberación del poder de Satanás, quien pervirtió la naturaleza y condenó al hombre a ser proclive a sus designios. Ese sentir universal fue el que motivó la encarnación de Cristo en el vientre de una buena mujer llamada Maria.
Jesús es Dios mismo, en el está toda la plenitud de la deidad, por tanto su palabra es la palabra eterna de Dios, su mensaje contiene la buena nueva de salvación, de liberación de Prosperidad, de amor, de sanidad, revelando el carácter benigno de Dios.
El nacimiento de Dios encarnado demuestra su inmenso amor, pues se sacrificó a si mismo para salvar al hombre indigno y darle la condición de santo y por ello, merecedor de todo lo bueno, solo por la gracia de Dios, no por habérselo ganado con buenas obras.
Ese acto de amor nos amistó con Dios, ya que estábamos separados desde la caída de Adán, pues delante de El solo puede haber perfección. Jesús, quien fue perfecto, nos hizo perfectos al dar su vida por nosotros, acercándonos a Dios Padre, abriendo el velo frente al trono de su gracia.
Ese nacimiento nos aseguró la vida plena después de la vida terrena, el llegar a esa dimensión de absoluta belleza, perfección y paz que el alma del hombre ansía, en compañía del Dios trino.
Ese nacimiento es símbolo de la acción del espíritu Santo en nuestro ser interno, su nacimiento real en nosotros, su crecimiento y manifestación multiforme en nuestra vida.

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